domingo, 25 de marzo de 2012

RUMBBB...TRRRAPRRR RRACH...CHAZ

E.P.S Huayco " Cojudos" (1980)
El martes 13 de marzo —un día antes de mi cumpleaños—, el señor Diego de la Torre nos dio un regalo humorístico propio del manual básico de la economía neoliberal, una perla de la opinología peruana escrita en el suplemento de Economía de El Comercio. Allí afirmaba que Vallejo ha influido negativamente en «el subconsciente colectivo de los peruanos. Por ejemplo, uno de sus famosos poemas empieza con la frase “yo nací un día en que Dios estuvo enfermo”. Con una actitud así no se crea algo grande [...] a nuestros hijos hay que decirles que han nacido un día en que Dios estaba contento y que el Perú es un país maravilloso».
                       
Amigo mío, estás completamente, hasta el pelo. Para empezar, la cita del verso del poema “Espergesia” va así: “yo nací un día / que Dios estuvo enfermo”. En poesía —como en todo—, debemos citar de forma precisa y no como se nos venga en gana, por cierto. Leer de manera literal el género que trabaja más con el lenguaje, es reducir su potencial filosófico y discursivo. En el verso de Vallejo, están presentes su reflexión de la crisis y la muerte de dios, así como su lectura de la tradición literaria que viene del malditismo francés. Si el columnista quiere encontrar humor en los versos vallejianos, también lo hay. Mi amigo, el poeta César Ángeles L., ha estudiado el tema del humor en la poesía peruana contemporánea, y, obviamente, nuestro César Abraham es imprescindible. Así, “Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo… / Quiero… / ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca, / cuidar a los enfermos enfadándolos” podría ayudarle en su extraña concepción del tonto alegre peruano. A su vez, también se puede apreciar dentro del arte contemporáneo (Grupo Huayco, Grupo NN, Alfredo Márquez, entre otros) representaciones del poeta que subrayan otras facetas de su vida, su militancia y su producción poética.
"César Vallejo". Alfredo Márquez

Por otro lado, tanto en las redes sociales como en algunos medios periodísticos impresos, ha sido criticado duramente. Incluso el crítico literario Ricardo González-Vigil se ha manifestado al respecto calificando de estupidez y absurdo lo escrito por De la Torre. Sin embargo, pasada la la cólera o la risa, habría que ir un paso más allá, ¿qué gana De la Torre citando al poeta? Se entiende que nombrar a Vallejo –poeta indiscutible del canon nacional- da un cierto estatus por más que la poesía sea el rincón solitario de unos cuantos. Atacar al poeta, a través de la figura estereotipada del pesimismo y el codo sesudo de la fotografía, atraviesa la cuestión ideológica: tanto Vallejo como Ribeyro pusieron el acento en temas gravitantes que visibilizan nuestras diferencias sociales y culturales. La conciencia política vallejiana no solo se muestra en su adhesión al marxismo, sino en su poética solidaria, en su acercamiento al dolor y al sufrimiento del otro y en su propuesta utópica y afirmativa de la vida. Esta poética es insoportable al neoliberalismo mediocre y poco informado de dioses contentos (De la Torre tendría que explicar, también, cuál es ese dios feliz) y un país de las maravillas, que esconde las diferencias sociales y los conflictos de clase, raza y género en nuestro país. Vallejo es grande por su emotiva complejidad. Defender una imagen no estereotipada de su poética y su vida implica comprometernos con una lectura atenta y poco superficial de la política y la estética de nuestros tiempos. ¡Salud! ¡Y sufre!

Esta columna se publicó el domingo 25 de marzo de 2012

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