domingo, 6 de mayo de 2012

EN NOMBRE DE LOS NN


En este país, desde que tengo uso de razón, han muerto muchos de todos los bandos, todos los rostros y todos los colores, y que alguien sea dejado morir por el propio Estado por el cual pelea no me sorprende. Me horroriza sí, pero no me sorprende que, en este país, un suboficial de la Policía, perdido a su suerte, sea encontrado muerto en un paraje de la selva. Eso le sucedió a César Vilca Vega, joven policía cuyo cadáver fuera hallado muerto el miércoles pasado por su propio padre con ayuda de nativos machiguengas.

Algunos se preguntarán por qué un padre cuyo hijo se acaba de enfrentar a las fuerzas opositoras al gobierno tiene que internarse en la selva e ir a buscar a su propio hijo. He leído en las redes comentarios indignados, y con justa razón, sobre esta nueva “hazaña” del gobierno, pero no estoy muy segura de que sea el gobierno de turno el único culpable de estas escandalosas omisiones, pues esta es una historia que viene de mucho antes: los batallones, en general, los han conformado los pobres y malcomidos, quienes, muchas veces, han escalado posiciones a fuerza de aprender de la vileza y viveza de sus superiores. Recientemente, durante el gobierno de García, se envió a policías a enfrentarse a la población civil en la zona de Bagua: el resultado —ya lo sabemos— más de veinte muertos entre policías y nativos, y, mientras ellos se desangraban, nuestros políticos limpiaban sus conciencias —si las tienen— comiendo crepes y tomando whisky.

Policías  y soldados que son puestos en el frente como carne de cañón para poner el pecho en lugar de sus jefes, aquellos que sí serán enterrados con honores y privilegios, que sí dejarán casas y carros y dinero a sus viudas porque —entiéndanlo—ustedes, en este país, no dejarán nada, sino solo una pena muy honda en sus seres queridos. En el Perú, los desposeídos, los subalternos, los ciudadanos de segunda clase siempre estarán en la parte trasera de esta tierra, ocultos bajo la selva espesa o tirados en un río sin importar de qué lado estén. Sería mejor no militar bajo el mando de un Estado corrupto e injusto que sacrifica la vida de los que se enfrentan en su nombre. Sería mejor no portar un arma en nombre de aquellos que no recogerán tu cadáver. Sería mejor, digo, exigir nuestros derechos conjuntamente desde este bando, el bando de los ciudadanos que deberían —deberíamos— ser una fuerza mucho más poderosa y resistente.

Impresión intervenida en serigrafía. Taller NN 1984-1989.

César Vilca tiene un nombre conocido y será enterrado y llorado bajo este mismo nombre por sus padres; sin embargo, ¿qué pasa con aquellos desaparecidos durante el conflicto armado interno, cuyos cuerpos siguen esperando reparación y justicia? ¿Cuándo serán posibles estas palabras para ellos? ¿Cuándo su familia podrá poner un nombre sobre sus lápidas? Nada más lejano de mí que hacer un alegato a favor de la victimización. No, este es un alegato por la justicia de ser enterrado con un cuerpo y llorado bajo un nombre. En la medida que nuestra memoria siga siendo corta y coyuntural, aquellos NN retornarán constantemente para recordarnos que aún están allí. La acción del padre de César Vilca nos muestra una y otra vez que es mejor no confiar en los de arriba, que hay otro más fuerte que tú dispuesto a dejarte morir. La indiferencia es de ellos, los del poder; no nuestra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario