lunes, 13 de febrero de 2012

El Movadef, los jóvenes y la memoria


El Perú vive una suerte de festín, una gran celebración alrededor de la gastronomía, el boom de la construcción inmobiliaria y el mercado de los emprendedores. Pero ¿qué pasa cuando alguien, por ejemplo, el Movadef —brazo político de una facción de Sendero Luminoso (SL) que promueve la amnistía general— quiere asistir a este banquete?

Recientemente hemos leído las distintas opiniones sobre el intento del Movadef de incursionar en la vida política del país y hemos visto jóvenes defendiendo sus ideas. Algunos los han calificado de incautos; otros han recurrido al efectismo de la imagen para “hacer conocer lo que fue el terrorismo” a esos jóvenes que no saben nada y, últimamente, luego de la resignación del grupo a inscribirse como partido político, se ha propuesto un proyecto de ley para instaurar el “día contra el terrorismo”.

Rechazar la inscripción del Movadef significa que el Estado y cierta ciudadanía —y empleo el indefinido porque es obvio que hay gente que lo adhiere o que le es cercano— condenan su participación legal debido al pasado armado y de terror que se vivió durante los años de la guerra interna en el Perú. Bien, pero ¿será esto suficiente para borrar aquellas memorias? Me lo pregunto porque sospecho que muchos de los jóvenes que defienden este movimiento deben tener familiares que han sido militantes de SL, quizá presos, excarcelados o muertos. ¿Qué ha hecho el Estado para incluir a estos jóvenes o a aquellos que ya han cumplido su pena? ¿Cómo lidar con esas memorias que seguirán presentes en estos sujetos por más ley que los prohíba?

En Alemania, por ejemplo, el partido nazi está proscrito, pero ello no quiere decir que la simbología y el sentimiento que dieron paso al nazismo no estén inscritos en cierto sector de la población ni de sus políticos. Incluso el Partido Nacional Democrático (NPD) practica y sostiene opiniones que, en muchos sentidos, se alían con prácticas racistas y autoritarias. Debido a esto, el Estado alemán y otras organizaciones sostienen una política activa a favor de la memoria en diferentes soportes: la escuela, los museos, el espacio público, entre otros, y estos libran su batalla en el terreno de las ideas y la creatividad.

¿Qué hemos hecho nosotros en ese sentido?

No mucho. Veo la televisión y pareciera que regresamos a aquella época en que en lugar de informarnos, era mejor invisibilizar el conflicto a través de imágenes espectaculares que se supone “grafican” de una mejor manera aquella época. Cuando afirmamos que SL se trata de un puñado de psicópatas que decidieron emprender la lucha armada, estamos sosteniendo una lectura maniquea y superficial, y obviamos las carencias y demandas históricas que delatan su presencia en nuestro país. Cuando en las redes sociales alguien dice que debemos enseñar a estos jóvenes a través de una pedagogía del terror como “apagar las luces, prender velas y comer la comida fría”, lo único que hace es olvidar que mucha gente ha vivido y vive aún así en el Perú. Cuando los políticos y algunos periodistas se escandalizan por el discurso de nuestra juventud que no-sabe-nada-de-esa-época, me pregunto cuántos documentales, folletos, afiches y libros relativos han difundido para crear un pensamiento crítico.


En los últimos años en los que se nos dice que el Perú avanza, la tv muy generalmente produce programas vacuos, el periodismo exhibe un pensamiento poco heterogéneo, nuestros políticos no son confiables y, mucho menos, sensibles en relación a este periodo de nuestra historia. ¿Qué podemos exigirle a los jóvenes? Solamente le daremos una pelea frontal al Movadef cuando podamos argumentar con razón y con memoria. Antes de eso, seguiremos siendo presas fáciles de la manipulación y el facilismo —venga de donde venga—.

(Esta columna fue publicada en el 12/02/2011 en Siete: www.siete.pe)

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